miércoles, 7 de julio de 2010

LOS LIBROS DEL SIGLO XX

EL JUEGO DE LAS PREGUNTAS O EL VIAJE AL PAÍS SONORO, Peter Handke, Alfagurar Literaturas, Madrid 1992

"Sólo las preguntas crean un lugar y curvan el espacio. No hay mejor intensificación de la realidad que el descubrimiento de una pregunta. (...) No es para que nos contesten a una pregunta por lo que nos hemos puesto en camino, sino para que, en el silencio del lugar de los antiguos oráculos, cada cual descubra cuál es su pregunta". Un vije al país sonoro que emprende una grupo de heterogéneos compañeros -un actor y una actriz enamorados, un idiota, un pesimista, un hombre con afán contemplativo, un viejo y una vieja casados hace largo tiempo; todos buscan volver a casa renovados por el encuentro con la pregunta esencial.

Peter Handke sorprendió a comienzos de esta década a la inteligentsia oficial europea con una defensa cabal de la causa serbia. Con Un viaje de Invierno denunció en el terreno una conspiración informativa de todos los medios que hicieron prevalecer una versión muy particular de la contienda serbo-croata. Pero en otro orden de cosas este librito sorprendió mucho más a la crítica y a sus lectores seguidores: una obra de teatro que se hace eco de las tendencias experimentales contemporáneas, pero cuya estructura repite la vieja fórmula clásica del humanismo. Si la actual corriente de hermenéutica alemana está reconociendo a la pregunta y respuestas la forma genuina del conocimiento teórico y práctico, Handke ofreció de forma artística el juego de las preguntas como el modelo vital de los hombres y plantea la destinación común de la sociedad. La misma búsqueda de la compañía de los siete constituye un juego que sigue una regla: buscar en la evolución de poner en cuestión y responder la propia respuesta. La regla tiene que ver con la necesidad de hacer una pregunta formulada correctamente. Entonces se produce el diálogo en el que cada cual se pone en cuestión ante los otros. Este juego acaba siendo la misma respuesta, el camino. El diálogo de los jóvenes actores que pone en tela de juicio la conformación de la sociedad occidental es de especial relevancia si tenemos en cuenta que para Handke toda obra de arte y, en especial, el teatro, es una toma de conciencia crítica del estado de la cultura y de su papel en la sociedad.

Pero el juego de las preguntas, el camino, abre la cuestión del final de la obra. "¿Se dirá algún día de nosotros, a diferencia de lo que se dijo del heroico cortejo de los Cheyennes volviendo a su patria de origen, que con nuestro viaje al país sonoro emprendimos una de las más absurdas expediciones de la historia?", se pregunta el aguafiestas y es como una exigencia de justificación del viaje emprendido y de la paideia humanística que emprendió Platón y cuya destinación hemos convenido en llamar Europa. Pero, a la manera socrática en el Menón, la pregunta esencial no aparece objetivamente y el ser-todo-pregunta queda oculto incluso en el país sonoro: nadie puede representar la pregunta y quedar confundida con ella. Handke da a entender que para la pregunta esencial no puede haber respuesta porque no es formulable, el saber supremo –el que conforma la trama vital- consiste en saber preguntar, porque hay preguntas cuya respuesta son ellas mismas, si es que se han sabido preguntar. La obra no tiene final. El grupo se disuelve de vuelta hacia su casa con la empresa de enseñar a representar el preguntar, aún siendo irrepresentable de por sí. Al concluir El juego de las preguntas Hanke pone en labios de un actor adicional una incitación al lector a iniciarse en la asignatura de la pregunta y la respuesta.

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